Te recuerdo como el primer amigo que la vida me dio, como uno de los pilares en los que siempre me apoyé, como el hombre al que mi hermano y yo le cambiamos la vida al nacer, según sus propias palabras.

Te recuerdo como la mano que enjugaba mis lágrimas, y que temblorosa me cortaba las uñas temiendo lastimar mi piel. Recuerdo también las cosquillas de tu barba rasposa y afilada que me provocaba tantas carcajadas.Recuerdo que eras un héroe con súper poderes que podía solucionar cualquier problema de inmediato, que yo no tenía que preocuparme de otra cosa sino buscar tu aprobación para todo. Recuerdo que muchas de las cosas que hice durante mi infancia y adolescencia las hice pensando en hacerte sentir orgulloso junto con mi madre.

Te recuerdo bailando, olvidándote del mundo y llevando a quien fuese tu pareja de acá para allá y de allá para acá. Recuerdo tu canto triste y profundo, con melodías de Chavela Vargas, Martín Urieta o cualquiera que se acomodara a la ocasión. Entonabas cada nota con una melancolía tal que me hacía pensar que añorabas tus años mozos en Empalme, cuando los tiempos eran menos difíciles. Pensaba también que tal vez imaginabas como hubiera sido tu vida de haber tomado decisiones distintas, de no existir mi hermano y el que ahora con un sentimiento agridulce te escribe.

Te recuerdo duro y exigente, pero a la vez débil y sensible, entregando tu corazón a todo el mundo sin pensar. Eso siempre fue admirable para mí, esa naturalidad con la que tratabas y te ganabas a la gente era simplemente extraordinaria. Lo recuerdo y lo vi el día que nos despedimos de ti, y no pude evitar esbozar una sonrisa cuando vi que tanta gente acudía a darte el último adiós aquel día de hace ya cinco años.
Te recuerdo como el hombre que volvió a ser niño, que vio renacer esas manías y caprichos propios de la edad temprana. Comprobé contigo que la vida es un círculo perfecto, y por momentos sentí que ahora sería yo quien tendría que cuidar de ti, sobre todo durante los últimos meses en los que pudimos disfrutarte.
Te recuerdo como los consejos precisos para cada ocasión. No siempre los seguí, debo decirlo, pero los llevo muy presentes y de vez en vez hago uso de ellos obteniendo casi siempre buenos resultados. Recuerdo mi primer día de escuela preparatoria en el que fuiste a dejarme y me dijiste que en ese lugar pasaría momentos que nunca olvidaría, y que haría amistades que me durarían toda la vida… ¡Cuánta razón tenías!
Te recuerdo y agradezco que hayas acudido a mí antes de partir. Tal vez hayan sido figuraciones mías, pero de algún modo supe que ya estabas en camino antes de que el teléfono sonara, antes de que mi vida cambiara para siempre en aquella mañana fría y lluviosa de agosto, tal y como la que ahora me hace recordarte.
Eres, fuiste y serás un ejemplo para mí, con valores y virtudes así como con imperfecciones y vicios, porque fuiste un ser humano maravilloso del que llevo mucho dentro, y al que sin duda acudiré cuando mis horas se tornen grises y me sienta como el último habitante del planeta.
Te recuerdo y te quiero mucho, Papá…